Entrada al Concurso de crónicas de Literatos | La respuesta [Esp-Eng]

avatar

La más reciente convocatoria de #Literatos (para la cual estás a tiempo de participar), es para mí un llamado inevitable, pues se trata de escribir en uno de los estilos narrativos preferidos por mí y que ha sido definido como el más latinoamericano de todos los géneros: la crónica literaria. s tal mi pasión por esta forma narrativa que yo he venido desarrollando mi colección Chronos.

La convocatoria en cuestión es Concurso "Crónica de un legado: Mi padre” viene a representar para mí una nueva oportunidad de forzar mi pluma literaria, así como invitar a cada uno de ustedes a sumarse a esta iniciativa.

Así que, aunque esta participación simbólica mía, aunque con un forma un poco distinto, también se sumará a mi serie #Chronos.

¡No pierdas la oportunidad de explorarte a ti mismo como escritor y cuéntanos tu historia!

The latest #Literatos call for submissions (which you’re still in time to join) is, for me, an irresistible invitation—since it’s about writing in one of my favorite narrative styles, considered by many as the most quintessentially Latin American genre: the literary chronicle. My passion for this form runs so deep that I’ve been developing my own collection called Chronos.

The call in question is the contest “Chronicle of a Legacy: My Father”, which represents yet another chance for me to stretch my literary pen—and also to invite each of you to be part of this initiative.

So even though my contribution this time is more symbolic and takes a slightly different form, it too will become part of my #Chronos series.

Don’t miss this chance to explore yourself as a writer—share your story with us!

English version below!


image.png

Mi padre no solía matarse trabajando. Aunque también es cierto que no paraba de trabajar nunca. En él se combinaba a la perfección, aquello de que “¡mientras trabajes en lo que te gusta, nunca tendrás que trabajar!” Igual se desempeñaba en el campo del dramaturgo, del director de teatro, del político, del periodista; pero donde, sin duda, latía más su pasión, era como profesor. Ese término tampoco le gustaba, porque él sentía que quien más aprendía en sus clases, era él, tomando las experiencias y vivencias de sus alumnos. ¡Quizá por eso fue joven toda la vida!

En sus clases de historia del teatro, no pasaba datos, números, ni fechas. Hacía vivir la historia a cada uno de sus oyentes (sí, también yo fui uno de sus alumnos). Así uno se familiarizaba con autores como Rengifo, Cabrujas, Santana, Chocrón, Peterson, y tantos más (tengo el amargo sabor de saber que estoy dejando nombres importantes por fuera, pero no pienso detenerme ahora a buscar, a fin de mantener la ligereza del texto). Así mismo, ponía a todos a viajar por el mundo, conocer el teatro Noh japonés, las más insólitas formas teatrales africanas, asiáticas y, por supuesto, toda esa historia que va desde los griegos hasta los más destacados pensadores del siglo XX, donde para él, el lugar más destacado lo tenía reservado Brecht. Sería un pecado dejar por fuera el sainete caraqueño, el cual se volvió su interés más apasionado, con autores como Leoncio Martínez, Rafael Saavedra o el rey del sainete, Rafael Guinand.

Con esa misma pasión contaba su infancia en su pueblo natal, Santa Cruz de Orinoco (con recuerdos de la edad de tres años), luego en Ciudad Bolívar y su llegada a Caracas. Sus relatos sobre su primer recorrido mundial buscando el teatro, eran aventuras que uno terminaba viviéndolas con él. Pero cada nueva aventura se convertía en nuevas historias, igual de intensas, de expresivas. Así surgieron todas sus narraciones de nuestra aventura europea de siete años detrás de la “cortina de hierro”.

No cabe duda de que ese “profesor” me enseñó tanto como a mucho de sus alumnos (yo siempre digo que no hay nadie en el mundo teatral en Venezuela, que no haya sido alumno suyo). Y aprendí de esa historia, de esos genios del teatro, de la literatura, de la pintura y la danza. Y aprendí de esos filósofos y luchadores. Y aprendí de las motivaciones en la vida, de cómo aprender a superar el dolor, de cómo luchar por tus ideales y ser siempre fiel a ti mismo.

Pero una de las cosas más importantes que aprendí, no fue escuchándolo hablar sobre esos temas. No, lo aprendí en los paseos semanales que hacíamos como familia, un restaurante, una playa, la visita a casa de mis tías. Una gira en carro atravesando toda Europa, en carpa, con seis personas metidas en un Volkswagen 1600. Lo aprendí al final de la tarde de sentarnos a tomar un trago en la cocina, en una tarde relajada en los cayos de Morrocoy; al final de cualquiera de mis conciertos (cada uno era un motivo de fiesta para él).

Es decir, lo aprendí de su acción diaria. Ese aprendizaje fue anteponer los sentimientos por la familia ante cualquier otro elemento. Por eso fue el hijo abnegado que cuidó de su mamá, por eso fue el cuidador de todas sus hermanas, por eso atendía hasta los más caprichosos antojos de mi madre y por eso aun hoy sigo descubriendo sus gestos de amor por mi hermana y por mí.

Hace algunos días, visitando a mi tía Yolanda (la última de ese ejército de hermanos que ellos fueron), me mostró una comparativa de respuestas de dos hermanos: Adán y Humberto, mi papá. Se trataba de un cuestionario con preguntas acerca de sus valores y apreciaciones de vida. Las respuestas de ambos eran muy ocurrentes e interesantes. Sin duda mostraban grandes diferencias entre ellos.

Hubo una de las respuestas de mi papá que me mostró ese sentimiento profundo por la familia que tenía. Ante la pregunta de qué era lo mejor que había hecho en su vida, su respuesta fue corta y concisa: los hijos.


image.png

English version

My father wasn’t one to kill himself with work. But it’s also true that he never stopped working. In him, that saying was perfectly embodied: “If you work at what you love, you’ll never work a day in your life.” He thrived equally as a playwright, theater director, politician, and journalist—but where his passion truly beat the strongest was in teaching. Even the term “teacher” didn’t sit well with him, because he felt that the one who learned the most in his classes was himself, drawing from the experiences and stories of his students. Perhaps that’s why he stayed young his whole life.

In his theater history classes, he didn’t hand out facts, numbers, or dates. He made each listener live the history (yes, I was one of his students too). That’s how you became familiar with authors like Rengifo, Cabrujas, Santana, Chocrón, Peterson, and many more (I feel that bitter sting of knowing I’m leaving out important names, but I won’t stop to look them up now so as not to lose the lightness of the text). He also took everyone on journeys around the world, introducing them to Japanese Noh theater, the most surprising theatrical forms from Africa and Asia, and of course, that historical path from the Greeks to the great thinkers of the 20th century—among whom, for him, Brecht held the place of highest honor. It would be a sin to leave out the Caracas sainete, which became his most passionate interest, with authors like Leoncio Martínez, Rafael Saavedra, or the king of the sainete, Rafael Guinand.

With that same passion, he would recount his childhood in his hometown, Santa Cruz de Orinoco (with memories as early as age three), then in Ciudad Bolívar, and eventually his arrival in Caracas. His tales of his first journey around the world in search of theater were adventures you ended up living right alongside him. And each new adventure turned into new stories, equally intense and expressive. That’s how all his tales came to be, like our seven-year European adventure behind the “Iron Curtain.”

There’s no doubt that this “teacher” taught me as much as he did many of his students (I always say there’s no one in Venezuelan theater who wasn’t his student). I learned from that history, from those theater, literature, painting, and dance geniuses. I knew from those philosophers and fighters. I learned about life’s motivations, how to overcome pain, how to fight for your ideals, and how to always stay true to yourself.

But one of the most important things I learned wasn’t from hearing him talk about those subjects. No—it came during our weekly family outings, to a restaurant, a beach, or visiting my aunts. A road trip across Europe, camping, with six people packed into a Volkswagen 1600. I learned it from those late afternoons sharing a drink in the kitchen, or a quiet afternoon in the Morrocoy keys; after each one of my concerts (each was a celebration for him).

In other words, I learned it from his daily actions. That lesson was: putting family feelings before anything else. That’s why he was the devoted son who cared for his mother, the one who looked after all his sisters, who catered to even my mother’s most whimsical cravings—and that’s why, even today, I keep discovering gestures of love he had for my sister and me.

Just a few days ago, while visiting my Aunt Yolanda (the last of that army of siblings they were), she showed me a comparison of responses from two brothers: Adán and Humberto, my dad. It was a questionnaire with questions about their values and outlooks on life. Both their answers were witty and thoughtful. They clearly showed how different they were from one another.

But there was one answer from my father that revealed his deep feeling for family. Asked what was the best thing he had done in his life, his answer was short and to the point: his children.

Separador-Ylich.png

Imágenes de nuestro álbum familiar
Pictures from our family album

¡Clic aquí!


Descarga el poemario de @Ylich

"De la vida, la pasión y de la muerte"

¡Haz clic aquí!
Poemario-portada-mini.jpg

Vote la-colmena for witness
/ By @Ylich


0
0
0.000
9 comments
avatar

Sin duda un personaje muy singular. Seguro que se sentiría muy orgulloso de leer esta semblanza que nos dejas de él, así como disfrutaba de tus conciertos.

Tener un padre nutritivo y amoroso es todo un lujo en un país como el nuestro donde los padres son grandes ausentes. Gracias por compartir estimado @ylich. Un fuerte abrazo desde Maracay.

0
0
0.000
avatar

¡Muy ciertas tu palabras, @irvinc!

¡Muchas gracias y un abrazo de vuelta!

0
0
0.000
avatar

Hola @ylich, muy hermosos recuerdos de su padre, maestro de vida. Gran regocijo se nota que siente su corazón al dictarle estas palabras ligeras pero que le abrazan siempre.
Me encantó conocerle un poco más.

0
0
0.000
avatar

¡Sí, @nanixxx, percibiste bien!

¡Muchas gracias por tu comentario!

0
0
0.000
avatar

Honor a vuestro padre...

Tengo tanto que contar sobre el mío que no sabría como empezar una crónica...

Pero veo como influyó él en tí, para que os convirtiera en el hombre que eres.

Debió haber sido un hombre con arraigados pensamientos

Un abrazo!

0
0
0.000
avatar

Digo sí a cada una de las afirmaciones que haces... 😉

Estoy seguro que en lo que escribas las primeras palabras sobre el tuyo, las demás vendrán solas, pues sé de tu vocación para escribir y estoy seguro que encontrarás el camino para describir alguna parte suya.

¡Un abrazo de vuelta!

0
0
0.000
avatar

Al leer tu escrito, me he imaginado, todos esos viajes en familia, las ocurrencias y las clases magistrales que presenciaste de manos de tu padre, no todo el mundo puede decir lo mismo. Cada padre tiene sus dones, eso es definitivo y el tuyo por lo que nos cuentas fue un hombre muy instruido, sabio que guio a muchas personas en el camino de los saberes; seguramente marcó la vida de muchos de sus estudiantes, así como lleno de amor y conocimiento tus dias. Fue un placer leerte, saludos!

0
0
0.000
avatar

¡Pura verdad en todo lo que dices!

Sí, mi papá dejó una huella increíble en todas esas generaciones de alumnos suyos. Ni hablar de la que dejó en mí... 😍

¡Muchas gracias por comentar!

0
0
0.000
avatar

Hola amigo ylich! Conmovedor el leer este escrito sobre el Legado de tu padre. Sin duda guía y aliento.
Tus palabras viajan fluidas y sentidas, reflejando el amor recíproco hacia sus hijos y su familia.
Un gran abrazo y saludos para ti!

0
0
0.000