Un cumpleaños caraqueño por Casimiro Von Sarcasmia
Tal como lo prometí hace una semana, hoy les presento la primera crónica urbana de este servidor.
El pasado 25 de julio tuve el gusto (o no) de participar en la celebración del aniversario 458 de la fundación de la ciudad de Caracas. Soy un enamorado eterno de esta ciudad, con todo y sus "pistoneadas", pues para perfecto está el del cielo y que yo sepa nadie aún lo ha visto.
Pero no sé si será cosa de la edad, a mí me dio la impresión de que Caracas quiere esconder sus años. Claro está que no es fácil acercarse al medio milenio, sobre todo si uno toma en cuenta que hay gente que le entra la crisis de los cuarenta. Entonces vienen las estiradas de pellejo, el colorearse las canas, empezar a hacer ejercicios de todo tipo, aunque de resto no quieran bajarse del carro ni para comprar el pan.
Hay, entonces, los que se ponen las pilas para aprender a usar las redes sociales como si tuvieran 15 y se meten en los retos y se toman las fotos en el baño poniendo boca de pato y, a pesar de los kilos de más, se calzan unos leggings que dejan al descubierto que el tiempo no pasa en vano.
Más o menos así percibí esta celebración, como una doña de 458 tratando de aparentar 30.
La primera recomendación para quien quiere ocultar su edad, es no hablar del pasado. ¡No, mijo! ¿Historias pa'qué? Hay que hablar como muchacho e invitar al perreo, que eso sí es cultura juvenil, con el lenguaje acorde a estos tiempos.
Y para la bailanta, armaron una gigantesca rumba digna de cualquier celebración en Cuba o en Miami (que es casi lo mismo a nivel musical), salsa de la nueva, de la vieja, de la intermedia, sones, guarachas, guaguancó del bueno. Pues que si usted no ha tenido la posibilidad de salir de Venezuela, allí pudo hacer su recorrido por la música de afuera. ¡Y que conste que yo también me muevo al ritmo de la clave! Solo que hay momento en que creo que deberíamos mirarnos más como somos en esencia.
Hablar de comida no tiene nada que ver con la caraqueñísima Polvorosa de Pollo, la Olleta de Gallo, ni siquiera con las arepitas dulces abombadas, ¡no! Como país universal que somos, comemos hamburguesas, sushi o cualquier otro alimento y eso sí, que no falte el refresco y la popular cerveza.
Armar los templetes, a la antigua usanza, con actos culturales con bailes nacionalistas, o grupos de comedia presentando los tan citadinos sainetes, acompañados de música cañonera, solo puede desviar a nuestra juventud de procesos tan culturizantes como los que vemos en (la poca) televisión que hay, en las (cada vez menos escuchadas) emisoras de radio, pero que sí abundan en Tiktok y otros canales de formación ciudadana similares, que son hoy los encargados de educar a nuestra muchachada.
Sí, no sé si será que Caracas se avergüenza de su edad y por eso está borrando los pocos espacios coloniales que quedaban y renegando de sus techos rojos, sus calles de piedra y una historia tejida a pulso por un pueblo que cada día recuerda menos de dónde viene.
Porque si no es así, habría que pensar que son los personajes que ocupan los altos cargos en los quehaceres culturales y patrimoniales de nuestra ciudad, quienes no conocen de historia, de identidad cultural, de preservar la memoria viva de una ciudad. ¡Pero eso sería un barbarismo! ¡Estoy seguro que esas son cosas de la vieja Caracas!
Casimiro von Sarcasmia, cronista del absurdo ordinario. | ![]() |
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Imagen de Caracas por Wladimir Andarcia de Pixabay
Imagen de Casimiro generada con IA en https://copilot.microsoft.com/
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Hey, that's great to see you around so frequently... 😉
"Casimiro Von Sarcasmia" interesante pen name. El estilo del texto, hace honor al nombre.
Saludos
Jejeje, a veces hace falta un poco de eso... 😉
Con la ironía cáustica de la visión de un caraqueño raigal, nos presentas una crónica reflexiva acerca del sentido contrastante de la Caracas esencial y la que nos quieren vender. Saludos, @ylich.
¡Muchísimas gracias por la lectura y el apoyo!
Una crónica ajustada y mordaz. El símil estuvo genial. ¡Ay de Caracas, la de otrora techos rojos! Ya casi no queda nada... No me opongo a la modernización de la urbe, solo que descuidar y destruir lo que la hace singular, es un dislate colosal. Don Casimiro tiene una lengua afilada, pero con mucho estilo.