Mis abuelas en la historia | My grandmoms in history

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Emilio Arévalo Cedeño

Mi tía Yolanda no le cambia ni una coma a las historias de la familia que nos ha venido contando toda la vida. Ella, refinada como fue siempre, se sabe todo el árbol genealógico de la familia y conoce cada apellido que se ha vinculado con nosotros. Cuando hablo de “apellidos”, lo hago en los mismos términos que los maneja la realeza. Ella conoce al dedillo el pedigrí de todos los que se han vinculado, ya sea al integrarse a la familia en matrimonio o en términos de amistad.

Sus 94 años no le han cambiado en nada la percepción de lo que significa tener el apellido tal o cual, y recuerda los mismos detalles de cada historia que nos contaba hace 40, 50, 60 años y más.

Sus ojos verdes le brillan cuando lanza su larga interjección para añadir algún pormenor que no conocemos o que ella piensa que no nos ha contado: -¡Aaaaahhhh! Esa muchacha pasó trabajo como ella sola, cuando el marido se vino a trabajar a Caracas.

-Hay muchas historias que no se pueden contar porque no es bueno que eso se sepa. Pero hay otras que ya tienen tanto tiempo que ya no importa.

Ante nuestra pregunta acerca de alguna de esas historias, lanza nuevamente su sonora exclamación: “Aaaaaahhh”, con la voz gruesa, para entrar en los detalles.

La historia en esta oportunidad era acerca de su tía abuela Anita, hermana de su abuela Micaela. La familia por parte de su mamá, mi abuela Mercedes, era la de los Aguirre. Ella refiere que esa familia era toda aguerrida y valiente, a la vez que afirma desconocer si somos familia del Tirano Aguirre.

De la voz de Yolanda, con una prosa bendecida que le permitiría escalar las más altas cumbres de la literatura (si se dispusiera a publicar sus tantísimos escritos), empieza a tejerse la historia de aquellas hermanas que conversaban mientras rallaban una piedra de sal para cocinar. Dibuja en palabras los detalles de la casa en Santa Cruz de Orinoco y de los hijos que ellas criaron con su propio apellido, pues por una razón u otra, los muchachos no pudieron tener el paterno.

-No, si es que mi tía Anita (que no le decían tía abuela) vivía en una zozobra permanente, porque el marido era uno de los que se habían alzado contra Gómez -nos explicaba, con la emoción de quien se encuentra en el mismo momento de su narración.

Luego de varios episodios acerca de este valiente guerrero, de quien no pudo recordar el nombre, llega a la parte dramática del cuento. -A él y a todos los que estaban con Arévalo Cedeño les habían jurado la muerte, y las persecuciones eran implacables. Por eso, cuando agarraban a alguno, las perspectivas eran siempre malas.

Contó que cuando lo capturaron, se lo llevaron al Castillo de Puerto Cabello. Allí sufrió las penurias de la represión gomecista. Anita, de tiempo en tiempo, contrataba varias mulas y guías que la llevaran hasta la ciudad porteña para visitar al padre de sus hijos, trayecto que tomaba varios días.

En esta oportunidad, la exclamación de Yolanda adquirió un tono más dramático. -Aaaahhh, pero en uno de esos viajes, después de recorrer esos caminos enmontados, al llegar a la prisión, se enteró de que dos horas antes de su llegada, habían fusilado a su hombre -dijo mi tía, con voz adolorida. -¡Al menos tuvo la oportunidad de enterrar a su marido antes de regresar a su casa en el estado Anzoátegui!

Mi tía retoma el ánimo y dice: -¡Es que esas mujeres eran bravas de verdad! ¡Así era también mi abuela Micaela!

Ante nuestra mirada de consentimiento para que siguiera contando, prosiguió.

-La mamá de mi mamá era la “sastre” del pueblo -explicó, y me pareció curioso que no la llamaran costurera, pero quizá se deba a que lo atribuían al hecho de que solo hacía ropa para caballeros. Era quien vestía a todos los hombres de Santa Cruz.

Nos preguntó entonces si conocíamos a Arévalo Cedeño y, sin dar tiempo a responder, siguió su narración.

-Ese fue uno de los hombres que más guerra le dio al dictador Juan Vicente Gómez. Siete alzamientos e invasiones hizo para intentar derrocarlo y fue quien consiguió despertar a mucha gente y hacerles ver quién era Gómez. Él mismo fue quien capturó y fusiló a uno de los más grandes asesinos al servicio del dictador, Tomás Funes, quien era el gobernador de Amazonas y manchó de sangre gran parte de la historia de nuestro país.

-En mi casa estaban todos del lado de este jefe guerrillero. Un día se armó un alboroto en el pueblo y llegó el ejército persiguiendo al líder antigomecista, quien, luego de haber sido vencido en una batalla en las cercanías, había logrado escapar y decían que estaba en el pueblo. ¡Y claro que lo estaba! Él llegó a la casa de mi abuela Micaela y esta lo hizo entrar. En esa época no se usaban escaparates ni clósets; la ropa se guardaba en baúles, que por lo general se depositaban en el desván. En uno de esos baúles escondió mi mamá Micaela (otra forma que tenían de llamarla) al mismísimo caudillo Arévalo Cedeño.

Y así Yolanda, la hermana de mi papá, resumió el final de aquel episodio, con la explicación de que, por tratarse de una casa de gente muy respetable, la requisa no fue severa y así logró escabullirse el guerrillero: -¡Aaahhh, es que eran valientes esas mujeres!

![English Version]

My aunt Yolanda doesn't change even a comma in the family stories she's been telling us all her life. Refined as she has always been, she knows the entire family tree and is familiar with every surname associated with us. When I talk about "surnames," I do so in the same terms as royalty. She knows by heart the pedigree of everyone connected to the family, whether through marriage or friendship.

Her 94 years have not altered her perception of what it means to bear a particular surname, and she remembers the same details of every story she recounted 40, 50, 60 years ago and more.

Her green eyes shine when she lets out her long interjection to add a detail we don't know or she thinks she hasn't told us: "Aaaaahhhh! That girl had a tough time, all by herself, when her husband came to work in Caracas."

"There are many stories that can't be told because it's not good for them to be known. But there are others that are so old it doesn't matter anymore."

When asked about one of those stories, she again lets out her resonant exclamation: "Aaaaaahhh," in her deep voice, before diving into the details.

This time, the story was about her great-aunt Anita, sister of her grandmother Micaela. The family on her mother's side, my grandmother Mercedes, was the Aguirre family. She mentioned that this family was brave and valiant, while also affirming she didn't know if we were related to the Tyrant Aguirre.

From Yolanda's voice, with a blessed prose that would allow her to scale the highest peaks of literature (if she decided to publish her countless writings), the story begins to weave about those sisters who conversed while grating a block of salt for cooking. She paints with words the details of the house in Santa Cruz de Orinoco and the children they raised with their own surname, because for one reason or another, they couldn't take their father's name.

"No, my aunt Anita (who wasn't called great-aunt) lived in constant anxiety because her husband was one of those who had risen against Gómez," she explained, with the emotion of someone living in the same moment as her narration.

After several episodes about this brave warrior, whose name she couldn't remember, she reached the dramatic part of the story. "He and all those who were with Arévalo Cedeño had been sentenced to death, and the persecutions were relentless. So, when one of them was caught, the prospects were always grim."

She recounted how, when he was captured, he was taken to the Puerto Cabello Castle, where he suffered the hardships of Gómez's repression. From time to time, Anita hired several mules and guides to take her to the port city to visit the father of her children, a journey that took several days.

This time, Yolanda's exclamation took on a more dramatic tone. "Aaaahhh, but on one of those trips, after traveling those overgrown paths, upon arriving at the prison, she learned that two hours before her arrival, they had executed her man," said my aunt, with a painful voice. "At least she had the chance to bury her husband before returning to her home in the state of Anzoátegui!"

My aunt regained her spirit and said, "Those women were truly brave! My grandmother Micaela was the same!"

Seeing our consent to continue, she proceeded.

"My mother's mother was the town's 'tailor,'" she explained, and I found it curious that she wasn't called a seamstress, perhaps because she only made clothes for men. She was the one who dressed all the men of Santa Cruz.

She then asked if we knew about Arévalo Cedeño and continued her story without giving us time to answer.

"He was one of the men who fought the hardest against dictator Juan Vicente Gómez. He led seven uprisings and invasions attempting to overthrow him and managed to awaken many people and show them who Gómez truly was. He was the one who captured and executed one of the dictator's most infamous assassins, Tomás Funes, who was the governor of Amazonas and stained much of our country's history with blood.

"In my house, everyone supported this guerrilla leader. One day, there was an uproar in the town as the army came searching for the anti-Gómez leader, who, after being defeated in a nearby battle, had managed to escape and was rumored to be in the town. And, of course, he was! He arrived at my grandmother Micaela's house, and she let him in. Back then, there were no wardrobes or closets; clothes were stored in trunks, usually placed in the attic. In one of those trunks, my Mama Micaela (another way they used to call her) hid none other than the leader Arévalo Cedeño.

And so Yolanda, my father's sister, summarized the end of that episode, explaining that because it was a highly respected household, the search was not thorough, and the guerrilla fighter managed to escape: "Aaahhh, those women were truly brave!"


Yolanda.jpg
Yolanda Orsini Aguirre
Aquí está resumida parte de una de las historias que ella contó, pero con mis propias palabras y con los detalles que logré memorizar.Here is summarized part of one of the stories she told, but in my own words and with the details I managed to memorize.

Separador-Ylich.png

Fuente de la imagen de Arévalo Cedeño
Foto de Yolanda tomada con mi Iphone 11

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/ By @Ylich

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15 comments
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Sí que eran bravas esas mujeres
Me encanta ese espíritu novelesco en tu narración. La historia se va desprendiendo mágicamente. Y es que de esa misma manera nuestros mayores cuentan su vida, no podría ser de otro modo. Has narrado muy bien todo el suceso de esconder en el baúl a Arévalo Cedeño.

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¡Me alegra mucho la valoración que haces de mi escrito!

¡Un millón de gracias! 🤗

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Y yo agradezco la oportunidad de leerte 🙏🏻🌻

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¡Disfruté muchísimo de esta historia! Me mantuvo enganchada de principio a fin. Las historias de las abuelas son las mejores 🤩

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¡Me alegra que tuviera ese efecto en ti esta lectura! ¡Coincido con tu apreciación sobre los cuentos de las abuelas!

¡Un abrazo!

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Es una verdadera fortuna poder tener acceso a esta enciclopedia viviente de la historia familiar y nacional El saberse escuchada con respeto de seguro le causa alegría. Dios le conceda mucha vida y salud. Un gran abrazo de mi parte interesante registrar todas esas historias para que no se pìerdan.

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¡Así es, amiga! Ella disfruta muchísimo y no le importar repetir las historias cada vez que uno se lo pide.

¡Gracias!

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El trasfondo de cada apellido es una historia única que se transmite de generación en generación para que los nombres cobren fuerza y la familia permanezca unida.

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¡Buen planteamiento! ¡Me gusta!

¡Muchas gracias!

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