Semana Santa desde el inicio de mis tiempos / Holy Week since the beginning of my time

Mi relación con la Semana Santa empieza el mismo día de mi nacimiento, pues me antojé de desalojar mi refugio dentro del cuerpo de mi madre, un jueves santo, a eso de las 4:50 de la tarde, justo cuando se iban reuniendo las personas que asistirían a la procesión que empezaría unos 10 minutos luego.
Hasta ahí, el cuento va normal, pero cuando le agregamos que la clínica donde nací, quedaba a una cuadra de la iglesia, la cosa se complica, ya que papá tuvo que hacer maniobras para poder llegar a tiempo, bordeando las calles libres, algunas inclusive manejando en sentido contrario.
Como yo soy impaciente, pues llegando a la clínica no aguanté 15 minutos cuando ya estaba fuera. Fui entonces para mis padres, un doble regalo, ya que justo ese día cumplían aniversario de boda eclesiástica.

Ya luego, con el paso de los años, tener mi cumpleaños en semana santa, pues casi siempre coincidían las fechas, era perfecto, pues nos íbamos de viaje a casa de las tías, y lo celebraba con mis primos y amigos de vacaciones. En los primeros años de mi infancia, se vivía así la semana mayor.
En casa, mamá no era practicante, con enseñarnos a rezar ya era suficiente, así que me anotó en una escuela de religiosas para que se encargaran del resto, pero principalmente de enseñarme a coser, bordar y poner la mesa en su santo lugar, y hacer de mi "una señorita de bien", cuando yo ya era un alma libre, que veía la feminidad como algo superficial.

Así que empecé a estudiar en la escuela con monjas, y el sentido de estos días libres cambió por completo. Mi curiosidad con respecto al mundo religioso, me llevó a asumir las posturas de las monjas, pasando a ser una de sus predilectas en cuanto acto escolar se inventaban, incluyendo los vía crucis que se hacían la semana previa a la Semana Santa.
En la escuela cumplía con todo el ritual, pero los días libres de los días santos, solo íbamos a la iglesia el domingo de ramos y el de resurrección.
Con las comidas si eran muy estrictos: nada de carnes blancas ni rojas, tampoco música ni TV, aunque en algunos lugares a los que íbamos había música sacra, y recuerdo que al cabo de un rato me sentía como serpiente cobra embelesada con el sonido.

La abuela nos decía que no se podían usar tijeras ni cuchillos, y se empeñaba en que tampoco nos bañáramos, pero estando en una ciudad donde siempre hace calor, buscábamos la manera de mojarnos en el patio para refrescarnos. Nunca nos explicaron el por qué de tantos NO durante esos días.
Ya de grande, comencé a preguntar y refutar algunas de las cosas que no me parecían, inclusive el tema de las comidas, ya que en Venezuela se comía pescado salado y para entonces a mi no me gustaba comer eso. Solo que en este caso, el tiro me salió por la culata, ya que al presentarse la especulación con los precios, mis tías optaban por comprar otras carnes que sabían similar: chigüire (los ahora famosos capybaras), babas (una especie de caimán de río) y también iguanas, eran preparadas para ¡almorzar!
Esos días pasaron a ser para mi, de ayuno, pues me negaba a comer esa clase de animales... pero es que hasta morrocoyes (tortugas de tierra) me llegaron a ofrecer, y yo al contrario de Hansel y Gretel, no lanzaba las migas de pan, sino que las guardaba para comer en el día, o solo desayunaba el pan y esperaba que aparecieran las arepas de la cena.
Ya luego de salir del secundario, no seguí ninguna otra tradición salvo la cruz de cenizas que colocaban en la capilla del recinto universitario, y lo mismo en los años subsiguientes luego de egresar.

Actualmente, siendo madre, procuro inculcar la fe en mis hijos a mi manera, pero sin tantos simbolismos, pues en casa se come lo que hay, y la vida sigue su marcha como siempre, o acaso no son los sacerdotes quienes nos dicen cuando un familiar muere, que debemos seguir adelante? No es que Jesús sea cualquier hijo de vecina, pero mis respetos no van de la mano de un velo, un traje de luto y dejar de comer carne.
Puede que todo esto me aleje del reino de los cielos cuando me toque mi juicio, pero a mi favor tengo el hecho de vivir la religión bajo el respeto y la aceptación los 365 días del año, y no solo una semana dándome golpes de pecho, para luego deshacer todo el "arrepentimiento" con malas causas hacia los demás e inclusive hacia mi misma.

Como nota final, mi hijo mayor nació un miércoles de cenizas y el menor, un miércoles santo... así que en casa, la santidad nos viene de toda la vida.

My relationship with Holy Week begins the same day of my birth, because I felt like leaving my shelter inside my mother's body, on Holy Thursday, at about 4:50 in the afternoon, just when people were gathering to attend the procession that would start about 10 minutes later.
So far, the story goes normally, but when we add that the clinic where I was born, was a block away from the church, things get complicated, as Dad had to maneuver to get there on time, skirting the free streets, some even driving in the opposite direction.
As I am impatient, I arrived at the clinic and could not wait 15 minutes when I was already outside. I went then to my parents, a double gift, since that day was their ecclesiastical wedding anniversary.

Later, as the years went by, having my birthday during Easter week, since the dates almost always coincided, was perfect, since we would go on a trip to my aunts' house, and I would celebrate it with my cousins and friends on vacation. In the first years of my childhood, this was the way we lived the Easter week.
At home, my mother was not practicing, teaching us to pray was enough, so she enrolled me in a school of nuns to take care of the rest, but mainly to teach me to sew, embroider and set the table in its holy place, and make me “a good lady”, when I was already a free soul, who saw femininity as something superficial.

So I began to study at school with nuns, and the meaning of these days off changed completely. My curiosity about the religious world led me to assume the positions of the nuns, becoming one of their favorites in every school event they invented, including the Stations of the Cross that took place the week before Holy Week.
At school I complied with all the ritual, but on the days off from holy days, we only went to church on Palm Sunday and Easter Sunday.
They were very strict with the meals: no white or red meat, no music or TV, although in some places where we went there was sacred music, and I remember that after a while I felt like a cobra snake enraptured by the sound.

Grandma told us that we could not use scissors or knives, and insisted that we should not bathe either, but being in a city where it is always hot, we looked for a way to get wet in the courtyard to cool off. They never explained to us why there were so many NO's during those days.
When I grew up, I began to ask and refute some of the things that did not seem right to me, including the subject of food, since in Venezuela they ate salted fish and by then I did not like to eat that. Only in this case, it backfired on me, because when there was price speculation, my aunts opted to buy other meats that tasted similar: chigüire (the now famous capybaras), babas (a kind of river caiman) and also iguanas, which were prepared for lunch!
Those days became fasting days for me, because I refused to eat those kinds of animals... but even morrocoyes (land turtles) were offered to me, and unlike Hansel and Gretel, I did not throw the bread crumbs, but kept them to eat during the day, or just had the bread for breakfast and waited for the arepas for dinner to appear.
After leaving high school, I did not follow any other tradition except the cross of ashes that was placed in the chapel of the university campus, and the same in the following years after graduating.

Currently, being a mother, I try to instill faith in my children in my own way, but without so many symbolisms, because at home we eat what we have, and life goes on as usual, or is it not the priests who tell us when a family member dies, that we must move on? It is not that Jesus is just any neighbor's son, but my respects do not go hand in hand with a veil, a mourning dress and not eating meat.
Maybe all this will keep me away from the kingdom of heaven when my judgment comes, but in my favor I have the fact of living religion under respect and acceptance 365 days a year, and not just one week beating my chest, and then undoing all the “repentance” with bad causes towards others and even towards myself.

***As a final note, my oldest son was born on Ash Wednesday and my youngest on Holy Wednesday... so at home, holiness is a lifelong tradition.
Foto/Photo by: @mamaemigrante
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
Translated and formatted with Deepl
Me encanto leerte. Tu sinceridad esta latente en tu escrito y eso me gusta, las cosas como son. Al igual que tu pienso que estar toda una semana santa rezando no me va a librar de todas mis malas acciones durante todo el año. Pienso que Dios esta presente donde se le ame, se le alabe y se le honre no importa la religión y eso se debe hacer todos los dias. saludos amiga!
Gracias hermosa!
Realmente no soy de hablar sobre religión, pues es un tema que genera polémica, pero tal cual dices, las cosas como son.
Hay que ser coherente con las acciones todo el año y no solo cuando el calendario marca fechas especiales.
Gracias por pasar y comentar.
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Qué encanto tu nacimiento, entonces la semana Santa es maravillosa en tu familia. Te felicito, hermoso tu post. Gracias por compartirlo
Que bonito conocer sobre el día de tu nacimiento. Ir de viaje debió ser lo mejor. Creo que mas allá de lo que uno pueda comer esos días esta la calidad de persona que seas el resto del año.
Qué linda la historia de tu nacimiento amiga!! Uf esos padres y ese momento!!
Además, lo que cuentas de la escuela super interesante, y sobre todo tu manera de educar a tus hijos en la Fé. Creo que eso es lo más lindo, continuar dentro del camino religioso de una manera personal e invitar a otros, en este caso a tus hijos, a hacerlo de manera comprometida pero despreocupada. Creo que de ese modo uno se acerca más a la relgión.
Es que me suena un poco incoherente decirles que Dios está en todas partes, pero para hablarle debo ir un día y a una hora específica en un lugar que quizás no esté cerca de casa, para pedir o agradecer.
Con la libertad de poder estar en contacto directo, creo que la religión se va colando en el inconsciente.