No me llenan los conflictos emocionales, ni la autoridad del mundo uniformada. Ni sus incipientes eslabones sin criterios, sin noción del bien, ni de la otredad. Tampoco los viejos viciados, los de las estrellas en sus medallas. Ni los arrogantes que asisten a exposiciones de arte. Ni los papeles del material institucional con aroma a hecatombe de noche eterna. He puesto una bala sobre el profesor que soy y que nunca seré.

Anacrónicamente, el poder ha sido utilizado sin consciencia alguna; sin distinción de lo que verdaderamente importa. Se posan insectos ortópteros sobre la flor del oro. Los verdaderos estudiosos comprenden ausentes, exiliados. Todo es ordenado por la mente cuadrada entre artificios digitales con forma cuántica de partículas y antipartículas Majorana. El ojo de la entropía se ríe interrumpiendo los procesos cuánticos, mientras es reprogramada la fase inconsciente de la realidad itelectiva.

Nadie es culpable cuando las grafías provienen del agua fría. La mente puede superar lo circunstancial. Sin ser el policía, la poesía no ha olvidado las preguntas que interrogan a las manos del guerrero. Persigo el silencio entre el calendario absurdo, entre la cueva de los trebejos. A veces la corriente arrebata a los niños de la playa y de los ríos.

No me llenan los conflictos emocionales, a veces es inevitable y la corriente resuena y se incrementa en forma de grito entre las paredes calcificadas de la caracola holográfica.