Saludos para todos. Espero que se multipliquen las bendiciones de salud y bienestar en sus vidas, mis queridos amigos de #lifestyle.

Cuando me siento abrumada, cuando todo parece que va muy rápido o me siento saturada de pensamientos y emociones como en estos días por todo lo que ha ocurrido en este país, hay algo a lo que siempre recurro: mi kit de arte de color y relajación. Mi librito con dibujos hermosos y detallados se ha convertido en un refugio silencioso que me espera con paciencia. Sé que está ahí para mí, solo para acompañarme en el momento que más lo necesito.

Lo primero que hago es abrirlo con calma, sin prisa. Paso las páginas una a una, como quien busca una señal, una especie de encuentro con lo que estoy sintiendo. No siempre elijo el dibujo más bonito ni el más elaborado. Lo que busco es ese que me mueva por dentro, el que sin saber por qué, despierta algo en mí. A veces es una figura suave y delicada, otras veces una forma más abstracta, pero siempre hay uno que resuena conmigo en ese instante.

Cuando lo encuentro, simplemente me dejo llevar. Saco mis colores y marcadores, y empiezo a pintar sin pensar demasiado. No planifico qué tono va a ir en qué parte. Dejo que mi mano elija por sí sola. Es una sensación muy liberadora como si cada línea que voy llenando de color fuera también una forma de soltar lo que llevo dentro.

Mientras pinto, me doy cuenta de que mi respiración se hace más lenta, que mis pensamientos dejan de correr. Me desconecto del ruido exterior y, poco a poco, también del ruido interno. No busco hacer una obra perfecta, y a veces los trazos son desiguales, lo que busco siempre es estar conmigo misma de una forma amable y creativa. Y cuando termino, no siempre me doy cuenta de inmediato, pero algo dentro de mí se ha aligerado.

Esta mañana temprano, me regalé este momento de relajación y me sentí mejor, más calmada y lista para salir a trabajar con energía y buen ánimo. Desde que tengo este kit de arte conmigo, se ha convertido en mi pequeña medicina para mi alma.