La prisión invisible de la fortaleza emocional
Hay una tendencia natural a que a medida que crecemos, incluso desde cuando somos muy pequeños, nos hacemos más fuertes, y es lógico, naturalmente nuestro cuerpo se hace más grande, y a la vez los huesos se solidifican aún más, los músculos crecen y se hacen más fuertes. Viéndolo así, parece que es natural ser fuertes, o hacernos más resistentes, y de cierta manera lo es, pero no aplica a todos los casos ni en todos nuestros espectros del ser.

Me remitiré a lo emocional, muy específicamente en esa área, porque considero que es supremamente importante en nuestras vidas, ya que determinan muchas cosas en nuestro actuar, en nuestra forma de interrelacionarnos, en como reaccionamos, porque nos guste o no, mucho de lo que hacemos parten de la emoción y luego le damos forma en la lógica social, pero ¿podemos ser siempre fuertes emocionalmente hablando?, eso puede convertirse en algo que nos genere un peso muy duro de llevar en nuestro existir, al menos según mi punto de vista.
Hay quienes no se dan el permiso de sentir, es cómo si eso demostrara debilidad, cómo si ante el mundo deben mostrarse siempre tolerantes ante toda situación, como si nada los perturbara o si nada les afectara, y sé de qué hablo, porque de cierta manera fui así, aunque aún queda algo de eso en mí, debo confesar, pero lo he trabajado, y sé que tener siempre esa forma de ser, puede ser una carga muy grande, porque cómo humanos tenemos sentimientos y emociones, que nos hacen humanos precisamente, y que no por sentir somos débiles, hay un punto en el que entender eso es difícil, no tiene sentido incluso, pero con el paso del tiempo y siendo conscientes de que es normal y natural sentir dolor, podemos superar muchas cosas.

Y más allá de superar lo que ocurre en realidad es que nos humanizamos, porque ese afán de parecer siempre fuertes obliga a quien quiere ser así a tener una especie de disfraz que hace que mantenga los sentimientos y emociones bajo control, y aunque si es bueno poder tener cierto nivel de control sobre estos, la realidad es que siempre hacerlo, de manera casi robótica termina siendo algo hasta dañino en nuestro cuerpo.
Las emociones que no se expresan, que no se canalizan, está comprobado que hay una relación directa de algunas de estas con ciertas enfermedades orgánicas, además de enfermedades de origen mental. Es cómo cuando una persona tiene un absceso en alguna parte del cuerpo, ese pus primeramente se acumula, pero debe evacuarse, incluso una práctica normal es abrir el absceso para ue drene, porque si no, termina generando un dolor de gran intensidad, e incluso haciendo que esa infección se vaya a otras partes del cuerpo, primeramente, las zonas aledañas de la lesión, pero puede darse el caso de que vaya a zonas más distantes.

Sé que parece que lo anterior no tiene nada que ver con lo emocional, pero de igual manera (aunque no se puede ver) cuando no liberamos la presión de lo emocional e insistimos en mostrarnos fuertes, invencibles ante el mundo que nos rodea, esas emociones -negativas- generan problemas ne nosotros, que pueden expresarse como explosiones de ira, o como ya lo dije, en enfermedades orgánicas, por lo tanto, y es lo que quiero hacer énfasis, muchas veces ser fuerte se puede convertir en una prisión.
Y esa prisión, aunque invisible, puede ser de las más duras de soportar, porque no está hecha de rejas o barrotes de hierro, sino de nuestras propias creencias, de esos paradigmas que nos enseñaron a no llorar, a no mostrar tristeza, a no confesar miedo. Definitivamente, liberarse de ella no significa volverse débil, por el contrario, lo veo como una acción de valentía, porque reconocer lo que sentimos nos permite vivir de forma más plena, más real y sobre todo más humana.

@tipu curate 8
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Hola, un placer leer tu post!
¡Qué reflexión tan profunda y necesaria! 💙
Tu post toca una verdad que muchas veces ignoramos o incluso reprimimos:
*la fortaleza emocional no consiste en no sentir, sino en permitirnos sentir sin miedo, sin vergüenza.
Vivir con la máscara de la "invulnerabilidad" puede parecer admirable desde fuera, pero por dentro va carcomiendo nuestra autenticidad y, con el tiempo, nuestra salud.
Gracias por recordarnos que llorar, temblar, dudar o necesitar no son signos de debilidad, sino de humanidad.
Y que, paradójicamente, es al soltar esa necesidad de ser "fuerte todo el tiempo" cuando descubrimos una fuerza mucho más genuina:
la de ser quienes somos, con todas nuestras emociones a cuestas...
¡Un abrazo fuerte (y humano)! 🤗